jueves, 26 de enero de 2012



En la esquina de mi cuadra,
existe una mujer que llora maíz
y muele sus penas.

Para nosotros que esperamos
con caras largas y seños fruncidos,
ella es solamente un necesario amasar,
un incesante tortear,
un esporádico voltear
y un lento y agónico despachar.

El sudor corre por su frente
y por sus rojos y lastimados brazos
a quienes el constante calor del comal
ha dejado cicatrices imborrables.

En su espalada un pequeño niño,
decidió dormirse,
para poder soportar de esta manera.
el asfixiante calor
de las tortillas infladas.

Una delgada manguera azul
recorre el pequeño cuarto
y a su final
un tambo viejo y oxidado  que alimenta
el fuego del comal.

Sus otros dos hijos juegan, ríen, lloran y riñen,
ella los observa de reojo,
sonríe,
los regaña,
incluso los amenaza,
como si pudiera darse el lujo
de dejar de tortear.

En la esquina de mi cuadra,
existe una mujer que llora maíz
y muele sus penas.

Aunque para nosotros,
se ha convertido en una lenta maquina
que trasforma maíz en necesarias tortillas
sus ojos sueñan miles
y lloran infinito.

Ella lo sabe, seguirá torteando hasta que sus manos
sean solo huesos blancos.

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