lunes, 20 de mayo de 2013


“La hora más oscura de la noche es la que precede al alba” reza un proverbio de sabiduría popular, y esta hora tan lúgubre y a la vez tan esperanzadora es la adecuada para que despierten de sus tumbas improvisadas, de los barrancos, de las fosas comunes, de estos rincones de tierra ensangrentada, todas y todos aquellos que fueron torturados, amordazados, masacrados, confinados al silencio y quizás al olvido. Aun con la muerte dolorosa de la que fueron víctimas, no salen en busca de venganza, su eterno divagar es un intento por encontrar vestigios de que alguna vez existieron, vigilantes del sueño de sus seres queridos, merodean las que solían ser sus casas, secan sus lágrimas con alegría, reparten besos a los suyos y se quedan sentados en las orillas de las camas contemplando, solo contemplando.

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